Opiniones
miércoles, 20 de junio de 2012
Preferencia por las líneas rectas, verticales y horizontales
La pantalla del ordenador en el que estoy escribiendo es rectangular, y además está dispuesta de modo que los lados superior e inferior son horizontales, mientras que los laterales son prácticamente verticales.
Miro por la ventana, o mejor dicho miro la ventana en sí misma, y lo mismo.
La puerta, las paredes de la habitación, los armarios, los libros situados sobre las estanterías, un calendario de bolsillo... la mayoría de los objetos de uso cotidiano son rectangulares.
El teléfono móvil (pese a que tiene las esquinas redondeadas, sigue el patrón "rectangular"). Las ventanas de Windows. La hoja Excel que tengo sobre la mesa. Los distintos campos deportivos: fútbol, baloncesto, tenis... ¡todos tienen forma rectangular! Si lo pienso bien, incluso la planta de un coche (que por razones aerodinámicas debería parecerse más bien a una gota de agua) es rectangular, con cuatro ruedas dispuestas en los vértices de un rectángulo.
Una maleta, un enchufe en la pared, la radio de mi casa, los escalones de una escalera, ¡todo tiene formas rectas, rectangulares y con dos lados horizontales y dos verticales!
Escribimos en hojas de papel rectangular, poniendo el borde inferior paralelo al suelo (nadie escribe con un folio inclinado), y además lo hacemos en líneas rectas horizontales, de izquierda a derecha y de arriba a abajo.
Encuentro unos objetos que presentan una variación. Las botellas suelen ser cilíndricas (aunque también las hay de sección cuadrada), probablemente poruqe alguien se ha dado cuenta de que cualquier recipiente que deba contener líquidos es más resistente si tiene forma redondeada, por aquello del reparto de la presión hidrostática. Pero aún así, cuando agrupamos varios botellines de refresco en una caja, o varias latas de coca-cola en un pack, inevitablemente tienen forma rectangular.
En la cocina encontramos variantes: las sartenes, ollas, platos, etc. suelen ser cilíndricos. De acuerdo, aquí desaparece la preeminencia del rectángulo.
Y sin embargo, los objetos de la naturaleza raramente guardan ese patrón. Una piedra, una montaña, un árbol, la línea que delimita la playa, un pájaro o cualquier otro animal... ninguno de estos elementos posee ni de lejos una forma que pudiera asemejarse a un rectángulo. Nuestra propia morfología humana es cualquier cosa menos rectangular. Y sin embargo, nos vestimos con ropas que en cierta forma son conjuntos de rectángulos. Una camisa, por ejemplo, está compuesta por un rectángulo central (para cubrir el cuerpo), y dos rectángulos que forman las mangas.
Los campos de juego son rectangulares, sí, pero el balón o la pelota con la que se juega son redondos (quienes inventaron el rugby trataron de cuadrar el balón, pero no termina de botar demasiado bien...). ¿Se os ocurre algún objeto de la naturaleza que siga el patrón rectangular? A mí no, ninguno. Si alguien consigue pensar alguno, que por favor lo escriba en un comentario.
viernes, 17 de junio de 2011
Fábula de la tortuga y la liebre
Érase una vez una tortuga y una liebre que estaban discutiendo acerca de quién era la más rápida.
Decidieron dirimir la disputa en una carrera. Acordaron un recorrido y comenzaron a correr.
La liebre salió disparada y corrió enérgicamente durante algún tiempo. Luego, al ver que estaba muy por delante de la tortuga, decidió sentarse bajo un árbol a descansar antes de continuar la carrera.
Se sentó bajo el árbol y pronto se quedó dormida. La tortuga, perseverante, la alcanzó, y continuó hasta terminar la carrera, convirtiéndose en campeona indiscutible.
La liebre se despertó y se dio cuenta de que había perdido la carrera. La moraleja de esta historia es que la constancia tiene premio.
Esta es la versión de la historia con la que todos hemos crecido.
Pero hace poco llegó a mis manos una versión más interesante de esta historia, que paso a relatar a continuación.
La liebre estaba decepcionada por haber perdido la carrera, así que hizo un análisis de las causas. Se dio cuenta de que había perdido la carrera porque se había confiado demasiado.
Si no hubiera dado algunas cosas por sentado, habría sido imbatible. Así que desafió a la tortuga a otra carrera. Ésta aceptó.
Esta vez la liebre corrió sin parar de principio a fin, y ganó por varios kilómetros.
Moraleja: La rapidez, en combinación con la constancia, es superior a la constancia sola.
Si usted tiene a dos personas en su organización, uno lento, pero metódico y fiable, y el otro rápido y también fiable en su trabajo, el rápido y fiable ascenderá en la organización más rápido que el lento pero metódica.
Es bueno ser lento y constante, pero es mejor ser rápido y fiable.
Pero la historia no termina aquí. En esta ocasión fue la tortuga quien hizo algunas reflexiones, y se dio cuenta de que no hay manera de que pudiera vencer a la liebre en una carrera en de la forma en que se había definido.
Tras pensar un poco, desafió a la liebre a otra carrera, pero modificando ligeramente el recorrido.
La liebre estuvo de acuerdo. Empezaron. De acuerdo con el compromiso hecho a sí misma para ser rápida y constante, la liebre salió y corrió a toda velocidad hasta llegar a un ancho río.
La línea de llegada estaba un par de kilómetros al otro lado del río.
La liebre se sentó allí sin saber qué hacer. Mientras tanto, la tortuga llegó lentamente por el camino, se metió en el río, nadó hasta la otra orilla, continuó caminando y terminó la carrera.
Moraleja: En primer lugar identificar nuestras competencias y luego cambiar el campo de juego para adaptarlo a nuestras habilidades.
En una organización, si usted es un buen orador, asegúrese de crear oportunidades para hacer presentaciones que le permitan lucirse ante su jefe.
Si su fuerte es el análisis, asegúrese de hacer algún tipo de investigación, haga un informe y envíelo a la dirección. Trabajar en sus habilidades no sólo llamará la atención de sus superiores, sino que también le creará oportunidades de crecimiento y desarrollo.
La historia aún no había terminado.
Para ese momento, la liebre y la tortuga se había convertido en muy buenas amigas e hicieron algunas reflexiones en común. Ambas estaban de acuerdo en que la última carrera podría haber sido mucho mejor, por lo que decidieron repetirla de nuevo, pero esta vez trabajando en equipo.
Empezaron, y esta vez la liebre cargó con la tortuga a su espalda hasta la orilla del río. Allí, la tortuga se hizo cargo y cruzó a nado con la liebre sobre su espalda.
En la orilla opuesta, la liebre de nuevo cargó con la tortuga y llegaron juntas a la línea de meta. Ambas sintieron un sentido de satisfacción mucho mayor del que habían sentido antes.
Moraleja: Es bueno ser individualmente brillante y tener fuertes capacidades básicas, pero a menos que uno sea capaz de trabajar en equipo y aprovechar mutuamente las competencias de los demás, siempre obtendrá un rendimiento inferior, porque siempre habrá situaciones en las que lo haga peor que otros.
El trabajo en equipo consiste principalmente en liderazgo contextual, es decir, dejar que asuma el liderazgo la persona que posea la capacidad relevante para una situación determinada.
Hay más lecciones que aprender de esta historia.
Ni la liebre ni la tortuga abandonaron después de los fracasos.
La liebre decidió trabajar más y poner más esfuerzo después de su primer fracaso.
La tortuga cambió su estrategia porque ya estaba trabajando al máximo de sus posibilidades.
En la vida, cuando nos enfrentamos con el fracaso, a veces es apropiado trabajar más y poner más esfuerzo.
A veces conviene cambiar de estrategia y probar algo diferente.
Y a veces es conveniente hacer las dos cosas.
La liebre y la tortuga también aprendieron otra lección vital. Cuando dejamos de competir contra un rival y en su lugar empezamos a competir contra la situación, obtenemos un resultado mucho mejor.
En resumen, la historia de la liebre y la tortuga nos enseña muchas cosas.
Algunas lecciones importantes son:
• Que rápido y consistente siempre es mejor que lento y constante;
• Trabajar de acuerdo a sus competencias;
• La puesta en común de recursos y el trabajo en equipo siempre superará al trabajo individual;
• Nunca rendirse ante el fracaso;
• Y, finalmente, competir contra la situación, no contra un rival.
En pocas palabras, SER ESTRATÉGICO.
Fable of the tortoise and the hare
Once upon a time a tortoise and a hare had an argument about who was faster.
They decided to settle the argument with a race. They agreed on a route and started off the race.
The hare shot ahead and ran briskly for some time. Then seeing that he was far ahead of the tortoise, he thought he'd sit under a tree for some time and relax before continuing the race.
He sat under the tree and soon fell asleep. The tortoise plodding on overtook him and soon finished the race, emerging as the undisputed champ.
The hare woke up and realised that he'd lost the race. The moral of the story is that slow and steady wins the race.
This is the version of the story that we've all grown up with.
But then recently, someone told me a more interesting version of this story. It continues.
The hare was disappointed at slowing the race and he did some Defect Prevention (Root Cause Analysis). He realised that he'd lost the race only because he had been overconfident, careless and lax.
If he had not taken things for granted, there's no way the tortoise could have beaten him. So he challenged the tortoise to another race. The tortoise agreed.
This time, the hare went all out and ran without stopping from start to finish. He won by several miles.
The moral of the story? Fast and consistent will always beat the slow and steady.
If you have two people in your organization, one slow, methodical and reliable, and the other fast and still reliable at what he does, the fast and reliable chap will consistently climb the organisational ladder faster that the slow, methodical chap.
It's good to be slow and steady; but it's better to be fast and reliable.
But the story doesn't end here. The tortoise did some thinking this time, and realised that there's no way he can beat the hare in a race the way it was currently formatted.
He thought for a while, and then challenged the hare to another race, but on a slightly different route.
The hare agreed. They started off. In keeping with his self-made commitment to be consistently fast, the hare took off and ran at top speed until he came to a broad river.
The finishing line was a couple of kilometres on the other side of the river.
The hare sat there wondering what to do. In the meantime the tortoise trundled along, got into the river, swam to the opposite bank, continued walking and finished the race.
The moral of the story? First identify your core competency and then change the playing field to suit our core competency.
In an organisation, if you are a good speaker, make sure you create opportunities to give presentations that enable your senior management to notice you.
If your strength is analysis, make sure you do some sort of research, make a report and send it upstairs. Working to your strengths will not only get you noticed but will also create opportunities for growth and advancement.
The story still hadn't ended.
The hare and the tortoise, by this time, had become pretty good friends and they did some thinking together. Both realised that the last race could have been run much better.
So they decided to do the last race again, but to run as a team this time.
They started off, and this time the hare carried the tortoise till the riverbank. There, the tortoise took over and swam across with the hare on his back.
On the opposite bank, the hare again carried the tortoise and they reached the finishing line together. They both felt a greater sense of satisfaction that they'd felt earlier.
The moral of the story? It's good to be individually brilliant and to have strong core competencies: but unless you're able to work in a team and harness each other's core competencies, you'll always perform below par because there will always be situations at which you'll do poorly and someone else does well.
Teamwork is mainly about situational leadership, letting the person with the relevant core competency for a situation take leadership.
There are more lessons to be learnt from this story.
Note that neither the hare nor the tortoise gave up after failures. The hare decided to work harder and put in more effort after his failure.
The tortoise changed his strategy because he was already working as hard as he could. In life, when faced with failure, sometimes it is appropriate to work harder and put in more effort.
Sometimes it is appropriate to change strategy and try something different. And sometimes it is appropriate to do both.
The hare and the tortoise also learnt another vital lesson. When we stop competing against a rival and instead start competing against the situation, we perform far better.
To sum up, the story of the hare and the tortoise teaches us many things.
Important lessons are:
- That fast and consistent will always beat slow and steady;
- Work to your competencies;
- Pooling resources and working as a team will always beat individual performers;
- Never give up when faced with failure;
- And finally, compete against the situation, Not against a rival.
In short, BE STRATEGIC.
Parábola de la vaca y los monjes
Hace muchos, muchos años, en un monasterio chino vivía un aspirante a monje con muchos deseos de aprender. Un día su maestro le dijo que iban a viajar. El aspirante se preparó para ello muy ilusionado. Estuvieron andando unos cuantos días y finalmente llegaron a un pueblo donde vivía una familia muy humilde. Les pidieron alojamiento y comida, y la humilde familia les acogió y compartieron con ellos lo que tenían. El aspirante a monje les preguntó cómo subsistían. El cabeza de familia le dijo: “pues... tenemos una vaca”. El aspirante le miró con interrogación y el hombre le dijo “La vaca nos da todo lo que necesitamos, nos da leche, nos da queso que luego cambiamos por otra comida, y ya está”.
Por la noche, el monje le dijo al aspirante: “ahora, cuando estén dormidos, tira la vaca por el barranco” . El aspirante, asombrado, contestó “pero… ¿cómo voy a hacer eso? La vaca es lo único que tienen y es su sustento!” . El monje no dijo nada, se dio la vuelta y se fue.
El aspirante estuvo mucho tiempo pensando qué debía hacer, y como respetaba mucho a su maestro, fue a buscar a la vaca y la espantó para que se fuera. Luego le entró tanta culpabilidad que se fue y no volvió al monasterio. Pasó días viajando y pensando en la pobre familia que se había quedado sin su sustento principal. Siguió viajando y pensando y decidió trabajar y ahorrar para algún día comprarles una vaca. Se sentía muy culpable.
Al cabo de unos años, después de trabajar duramente y reunir el dinero para comprar la vaca, el aspirante volvió al pueblo. Se acercó a donde estaba la humilde casa y vio un coqueto hotel, rodeado de un gran huerto, un lago y patos nadando en él. Se acercó al hombre que estaba sentado en la entrada y preguntó: “Perdone, ¿aquí vivía una familia muy humilde hace unos años que tenían una vaca?” El hombre le miró y dijo, “Sí, sí, somos nosotros”. El aspirante lo miró y dijo: “pero... ¿cómo han prosperado tanto ?”. El señor le dijo: “Pues mire, un día, la vaca de la que vivíamos desapareció. Al principio nos preocupamos mucho, ¿de qué íbamos a vivir? y entonces tuvimos que pensar. Vimos que nuestra tierra era muy buena para plantar verduras, y pusimos un huerto que floreció y dio frutos en seguida. Con las verduras hicimos intercambio por otros alimentos, y el resto las vendimos. Con el dinero que ganamos compramos algo de ganado, y los vendíamos, y con ese dinero pudimos ampliar la casa y alquilar habitaciones… y ya ve, ¡ahora tenemos el único hotel de la ciudad!
Ya veis... ¡a veces es necesario tirar la vaca por el barranco! El problema es identificar la vaca…
jueves, 16 de junio de 2011
Lay ley electoral en España y la ley D'Hont
Quisiera comentar algunas noticias que surgen periódicamente en los medios de comunicación (es decir, cada vez que hay elecciones) acerca de la supuesta injusticia de la llamada ley D'Hont, que no es una ley en el sentido jurídico del término, sino más bien una regla matemática para asignar escaños (o concejales) entre las distintas formaciones políticas, traduciendo la "voluntad popular" (es decir, el número de votos recibidos de los electores) en asientos en la cámara parlamentaria o ayuntamiento.
Hay quien dice que la ley D'Hont no es proporcional, o que favorece a los partidos más grandes. Nada más lejos de la realidad. El sistema que ideó el matemático y jurista belga Victor D'Hont en el siglo XIX respeta, en líneas generales, la proporcionalidad.
Lo que distorsiona completamente la asignación de escaños entre formaciones políticas son otras reglas presentes en nuestra ley electoral, establecidas con el propósito intencionado de favorecer las mayorías estables, y con ello la gobernabilidad. En función de estas reglas "accesorias", el Parlamento nacional ha tenido mayorías absolutas de diputados de un mismo partido (más del 50% de los escaños) con únicamente el 40% de los sufragios populares, e incluso menos.
Estas reglas, introducidas en aras de una mayor gobernabilidad, tienen su cruz en las formaciones políticas minoritarias, puesto que es perfectamente posible tener un 10% de los votos a nivel nacional y obtener únicamente el 1% de los diputados en las cortes, como explicaré a continuación.
Los elementos que distorsionan la proporcionalidad son básicamente tres:
1) División del electorado en circunscripciones electorales
En las elecciones generales y en las autonómicas, las circunscripciones electorales son las provincias. Por ese motivo, decimos que un cierto político es diputado por Cádiz o por Valencia. Los candidatos se pueden presentar a la circunscripción electoral que lo deseen, sin que sea necesario que tengan vínculo alguno con ese territorio. Los partidos políticos (especialmente los grandes) utilizan esta facultad para colocar a sus figuras más destacadas como cabeza de cartel en determinadas provincias, tratando así de arañar votos, por un lado, y asegurar la presencia en el parlamento de ese candidato en cuestión.
El número de diputados que se eligen en cada circunscripción depende de la población empadronada, aunque no de manera estrictamente proporcional. Las provincias más despobladas, como Ávila, Cuenca, Segovia o Teruel eligen a tres diputados cada una, mientras que las más pobladas (Madrid y Barcelona) eligen a más de treinta cada una. La cantidad exacta varía de una convocatoria electoral a la siguiente, en función de las variaciones en la población.
La distorsión se da precisamente en las provincias pequeñas. Supongamos que hay tres partidos políticos relativamente grandes que concurren a las elecciones en todas esas circunscripciones. Supongamos además que obtienen unos resultados electorales similares:
Partido A: 45% de los votos
Partido B: 30% de los votos
Partido C: 20% de los votos
otros partidos minoritarios: 5% restante.
¿Cómo repartir tres escaños entre los partidos arriba indicados, de manera que se respete la voluntad de los electores?
Naturalmente, no es posible asignar medio escaño a un partido, ni ninguna otra fracción. Los diputados son personas, y no se pueden partir, ¡faltaría más!
Las opciones que se nos occurren podrían ser:
- Damos un escaño a cada uno de los tres partidos mayoritarios, y dejamos sin representación a quienes en conjunto han obtenido el 5% de los sufragios populares:
B -> con el 30% de los votos obtiene 1 escaño (33%)
C -> con el 20% de los votos obtiene 1 escaño (33%)
Los simpatizantes del partido A se sentirían defraudados, porque han obtenido más del doble de los sufragios del partido C, y sin embargo obtienen el mismo peso en el parlamento. No parece un reparto muy acertado.
Otro posible reparto sería:
- Damos dos escaños al partido A, uno al partido B, y ninguno a los demás.
A -> con el 45% de los votos obtiene 2 escaños (67%)
B -> con el 30% de los votos obtiene 1 escaño (33%)
C -> con el 20% de los votos obtiene 0 escaños (0%)
Si esta situación se repite a lo largo de varias provincias españolas, tendremos que el partido A, con el 45% de los votos en todas ellas, se hará con el 67% el parlamento, es decir, mayoría absoluta.
Y quedaría fuera del parlamento el partido C, que no obstante representa al 20% de la población, que no es poco. Con ello, se fomenta el bipartidismo.
En las circunscripciones mayores este problema no existe, puesto que es posible obtener representación parlamentaria con un porcentaje menor de votos. Así, en una circunscripción que tuviera que repartir 30 escaños, un partido que obtuviera el 10% de los votos tendría 3 diputados, que es exactamente lo que le atribuiría la ley D'Hont.
2) Sobrerrepresentación de los partidos de implantación regional
Esto es también una consecuecia de la fragmentación del territorio en circunscripciones electorales.
Ocurre que existen algunas comunidades autónomas de España en las que existen partidos políticos de fuerte implantación regional (con porcentajes de voto en ocasiones superior al 40% en su territorio) que sin embargo carecen de representación en otras regiones.
Debido al sistema de circunscripciones electorales, estos partidos pueden llegar a obtener más del 50% de los escaños que se distribuyen en su territorio, con lo que pueden formar grupo parlamentario en el Congreso.
En contraposición, tal y como se ha explicado anteriormente, existen partidos políticos de ámbito nacional, con un nivel de simpatizantes (votantes) relativamente bajo (digamos entre un 5% y un 10%) pero uniforme en todo el país (con lo que suman muchos votos), pero que tienen muchas dificultades para obtener representación parlamentaria.
Se da la paradoja de que los partidos de implantación regional obtienen una representatividad en el Parlamento muy superior a la que obtienen los partidos minoritarios de ámbito estatal, aun cuando estos últimos reciben un número de sufragios populares muy superior.
En ocasiones, esos partidos regionales llegan a tener la llave de la gobernabilidad, con lo que tiene el poder de negociar de igual a igual con el Gobierno de la nación la cesión de determinadas competencias o prebendas, favoreciendo las desigualdades entre territorios.
3) Porcentaje mínimo necesario para obtener representación en el parlamento
Nuestra Ley electoral establece que sólo podrán obtener representación parlamentaria las formaciones políticas que obtengan, como mínimo, el 3% de los sufragios de una circunscripción (5% en el caso de las elecciones locales). Los votos emitidos a partidos muy minoritarios, sencillamente, no cuentan. Los escaños se reparten únicamente entre aquellos partidos que superan esa cifra.
Dicho de otro modo, si en una determinada circunscripción el 20% de la población vota a partidos "exóticos" y el 80% vota a partidos que superarán el límite mínimo establecido, tenemos que el 100% de los escaños se reparten entre el 80% de los votos válidos. Nuevamente, se ven favorecidos los partidos con gran implantación.
Existe también el mito de que los votos en blanco favorecen al partido más votado. No es exactamente cierto (es decir, no se asignan los votos en blanco a un determinado partido), aunque este mito tiene un cierto fondo de verdad. Lo que ocurre es que los votos blancos son considerados votos válidos, por lo que elevan el listón mínimo del 3% (5% en las elecciones municipales) necesario para obtener representación parlamentaria.
Yendo a los hechos concretos, podemos decir:
La circunscripción que más escaños reparte en unas elecciones en España es la Comunidad de Madrid en elecciones autonómicas (en mayo de 2011 se eligieron 129 diputados en una sola circunscripción). Por tanto, esta es la elección en la que más posibilidades tienen los partidos minoritarios. De hecho, el partido UPyD obtuvo 8 escaños (6.2% del parlamento) con el 6.3% de los sufragios populares.
La presidente de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha anunciado hoy (16 de junio de 2011) que dividirá la Comunidad en circunscripciones electorales menores "para acercar la representatividad a los pueblos de la Comunidad". Mucho me temo, y es una opinión personal, que lo que persigue con esta posible reforma es contrarrestar la aparición de partidos minoritarios en el Parlamento regional.
El partido más perjudicado a nivel nacional por el actual sistema electoral es sin lugar a dudas Izquierda Unida. Con implantación en todo el territorio nacional, sólo obtuvo 2 diputados sobre 350 (0.6% del parlamento) en las elecciones generales de 2008.
Total votos emitidos: 300
Votos nulos: 1
Votos válidos: 300 - 1= 299
Estos votos válidos (sobre los que se aplica la regla del 5% mínimo) se distribuyeron del siguiente modo:
Votos en blanco: 287 (96%)
Votos al Partido Popular (única candidatura concurrente): 12 (4%)
Por tanto, ninguna formación política obtuvo el mínimo necesario para tener derecho a representantes en el ayuntamiento. Los siete puestos de concejales que se deberían haber elegido quedan, de este modo, vacantes.
miércoles, 15 de junio de 2011
La crisis griega
Resulta que ese lenguaje me resulta un tanto confuso, y me cuesta asimilar lo que dicen. Así que he tratado de hacer un símil con algo más cercano, que yo pueda entender, y me gustaría compartir el resultado con los lectores de este blog.
He tratado de hacer una analogía con una economía doméstica. Supongamos una familia a la que hasta hace unos años todo le iba razonablemente bien: tenía unos ingresos regulares procedentes de ambos cónyuges, y en razón de esos ingresos fueron adquiriendo compromisos: la hipoteca de la casa, la letra del coche, el recibo de la luz y del gas, el colegio de los niños... Ningún problema, con los ingresos que entraban en casa todo se podía sufragar, y aún quedaba para salir a tomar unas gambas algún domingo.
Pero un buen día, por causas ajenas a la voluntad de esa familia, los ingresos comenzaron a disminuir. No así los gastos, que seguían su curso normal: la letra del coche había que seguir pagándola, el recibo de la luz, la hipoteca... Así que deciden pedir un crédito a un banco, "para salir de este bache, que seguro que es temporal". En paralelo, se apretaron un poco (no mucho) el cinturón: se acabaron las gambas del domingo, y los productos de marca blanca inundaron su nevera. Todo ello, sin afectar demasiado a su nivel de vida habitual.
Los bancos, que no son tontos (ya se sabe que sólo prestan dinero a quien demuestra que no lo necesita), les empezaron a pedir un interés más alto por el préstamo, "para cubrir el riesgo", decían. O sea, te prestamos el dinero, pero como podría ocurrir que no nos lo pudieras devolver, te ponemos un tipo de interés alto, para cubrir gastos si tenemos que meternos en juicios.
Llegó un momento en que el tipo de interés bancario era inasumible, así que echaron mano de familiares y conocidos. Recurrieron a los hermanos del padre de famlia, capitaneados por el hermano alto y rubio, al que aparentemente le iban mejor las cosas.
El consejo de hermanos no es que estuvieran especialmente contentos con la idea de prestar dinero a quien consideraban el derrochador de la familia, pero como tenían algunos intereses comunes (había unos terrenos propiedad de todos ellos), pensaron que la bancarrota de un miembro de la familia acabaría inevitablemente arrastrando a todos los demás, así que a regañadientes pusieron algo de dinero encima de la mesa. Eso sí, a devolver, y con un pequeño interés, menor que el que ofrecían los bancos (que por aquellas fechas ya ni lo ofrecían).
Ocurrió que el hermano endeudado cogió el dinero que le ofrecían y lo utilizó para satisfacer sus necesidades más inmediatas: asegurar que se pagaban los recibos de suministros, hipoteca, coche etc. Y es que los gastos no desaparecen de la noche a la mañana. No se pueden dejar de pagar los recibos así como así.
Y como también hay que comer se fue al supermercado a hacer la compra, a la que añadió unos helados de marca de esos caros, y galletas de chocolate de las ricas (hay que vivir bien, ¿no?), procurando que de ello no se enteraran los hermanos prestamistas.
Como los ingresos no se recuperaban, pero los gastos seguían prácticamente al mismo nivel que antaño, al cabo de unos meses estaban en las mismas. De nuevo acudió a sus hermanos, ¿podéis prestarme algo más?
Algunos de los hermanos también las estaban pasando canutas, y se debatían entre ayudar al más débil (no hacerlo sería nefasto para todos), o atender en primer lugar sus propias necesidades. Debatieron qué cantidad debían destinar a rescatar al hermano necesitado, y la discusión subió de tono cuando trataron el tema del reparto entre ellos. Al final decidieron que lo más justo era que ayudara más quien más tenía, es decir, el alto y rubio, pues para eso era el más pudiente. Éste alegó que támbién era el más trabajador, y que no se levantaba todos los días a las seis de la mañana para subvencionar a quienes tenían más vacaciones de la cuenta... pero al final tragó y accedió al reparto diferenciado.
Esta vez, el consejo de hermanos puso una condición para poder prestar el dinero. El beneficiario de la ayuda debía dar cuentas de en qué se gastaba el dinero. Ya no valía ir a la compra a por caprichos. Tendría que concentrarse en lo esencial, incluso renunciar a parte de su nivel de vida.
Tendría que renunciar a su buen coche (por el que pagaba una letra excesiva) y sustituirlo por otro más económico, de segunda mano.
Tendría que reducir el consumo de electricidad y de calefacción, disminuyendo la temperatura de la casa en invierno (incluso pasar algo de frío).
Tendría que poner dobles ventanas en la casa, para reducir aún más el consumo de calefacción.
Además -y ahí venía lo duro- tenía que comunicar a los hijos adolescentes que la paga semanal quedaba reducida a la mitad, y que encima tendrían que ayudar más en las tareas domésticas, para poder de esa manera liberar recursos. En fin, más trabajo por menos dinero.
El beneficiario debía aceptar estas condiciones de manera irrenunciable para poder acceder al crédito de los hermanos. Además debía someter sus decisiones económicas de cierto calado al conjunto de los hermanos, quienes autorizarían -o no- el gasto económico.
¿Cuál es la similitud con la situación de los países europeos?
El hermano con problemas económicas es Grecia (eso en este momento, pero podríamos hablar de Irlanda, Portugal,... ¿España algún día?)
Los bancos que primero prestan el dinero a un tipo de interés alto, y luego ya ni lo ofrecen, son "los mercados", en terminología del telediario;
El Consejo de Hermanos es el conjunto de países de la Unión Europea. El hermano alto rubio es, obviamente, Alemania, a quien se le pide que tire del carro de todos.
Los intereses comunes son muchos y muy variados, pero fundamentalmente el euro como moneda común. Debido a esos intereses comunes, se ve claro que si Grecia se declara en bancarrota, todos los países miembros de la UE se verán afectados negativamente.
La reunión de hermanos decidiendo cuánto dinero aportar, y cuánta cantida debe aportar cada uno, tiene un calco en las reuniones al más alto nivel entre los dirigentes de los países afectados, y también con otras instituciones (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, etc) para decidir exactamente eso: cuánto aportamos cada cual, en qué condiciones, etc.
Las condiciones impuestas de control de gasto se corresponden con lo que se llama intervención. Se le ha dicho a Grecia: si quieres que te prestemos dinero, debes reducir tu nivel de gasto (ya que tus ingresos no parece que se vayan a recuperar). Debes recortar en Sanidad: si hasta ahora cada pediatra atendía a una población de 400 niños, ahora deberá atender a 600, con lo que tendrá que trabajar más horas. Y además, le vas a decir que le quitas los complementos, que le suponen al buen médico un pellizco de sus ingresos mensuales.
Todo eso se lo tienes que explicar a los hijos adolescentes, que son:
1) el médico al que le vas a asignar más pacientes y le vas a reducir los ingresos, con el riesgo de que se te ponga en huelga y te quedes sin servicio sanitario
2) el médico interino, al que le vas a decir que se acaba su contrato en prácticas y se vaya al paro.
3) los padres de los niños, quienes deberán asumir que a partir de ahora habrá más listas de espera, ¡que sean pacientes!
Y lo mismo harás con la educación, con las fuerzas armadas, con las pensiones... en definitiva, vas a recortar los servicios sociales.
A los funcionarios, como a los hijos adolescentes del ejemplo, les vas a contar que trabajarán más horas, y que les vas a reducir el sueldo un 5%, que todos tenemos que apencar.
martes, 7 de septiembre de 2010
El portero ferretero
Un día, el dueño del local le comunicó que había decidido informatizar el registro de entradas y salidas, para hacerlo más eficiente y fiable. De este modo, instaló un ordenador en la caseta de entrada y se dispuso a enseñar al portero cómo se utilizaba el programa.
El portero le dijo:
-Pero jefe, yo no puedo manejar ese aparato. Yo soy analfabeto, no sé leer ni escribir, así que ¿cómo quiere que me apañe con el teclado?
El jefe le respondió:
-Pues si no puedes utilizar el ordenador, no eres adecuado para este trabajo. ¡Estás despedido!
El hombre se fue a su casa, meditando qué podría hacer en el futuro, ¿de qué iba a vivir? "Está bien", se dijo, "de momento, me tomaré unas semanas de descanso, y aprovecharé para hacer algunos arreglos en casa. Voy a colocar esas estanterías que nunca he puesto por falta de tiempo"
Al día siguiente se puso manos a la obra. Se dio cuenta de que no tenía martillo, así que decidió ir a la ciudad, a dos horas de distancia, a comprar uno bueno, así como unos clavos y algunas otras herramientas que le harían falta.
Al regresar al pueblo, se encontró con un vecino
- ¿De dónde vienes?"- le preguntó.
- Vengo de la ciudad, he comprado un martillo para colocar unas estanterías en mi casa.
Le mostró el martillo al vecino, quien quedó impresionado por la calidad: ligero y resistente, a la vez que fuerte, y muy cómodo de usar.
- Me encanta tu martillo, ¿por qué no me lo vendes?- le preguntó.
- Hombre, ¿cómo te lo voy a vender? ¡Si lo acabo de comprar!
- Pero tú ahora tienes tiempo libre, podrías ir mañana otra vez a la ciudad y comprarte otro. Total, ¿qué te cuesta? Te pagaré lo que cuesta el martillo, más el viaje y una pequeña comisión por tu servicio.
Nuestro hombre pensó que efectivamente no le costaba nada hacerle el favor a su buen vecino, así que al día siguiente recorrió otra vez el camino hasta la ciudad y vuelta, para comprar otro martillo. De paso, trajo también unos destornilladores, unas llaves inglesas y algunos alicates.
Esa misma tarde corrió la voz por el pueblo de que el hombre había traído unas herramientas estupendas, y varios vecinos fueron a verlas. Las vendió todas, y aún hubo gente que le pidió si podía ir a la ciudad a traerles más.
Así lo hizo, y pocos meses después se convirtió en referente para todos los vecinos. Cualquiera que quisiera herramientas acudía a él.
Como ya no podía atender toda la demanda que se había generado, contrató a un ayudante al que asignó parte del trabajo, con lo que pudo ofrecer un mejor servicio a los vecinos del pueblo.
Poco tiempo después, los habitantes de otros pueblos de la comarca también empezaron a confiar en él, ya que se había creado una buena fama en toda la región.
Unos años después nuestro hombre regentaba una cadena de ferreterías, con varias tiendas y decenas de empleados. Los clientes estaban satisfechos, ya que él seguía siendo el mismo de siempre, amigo de sus amigos, sonriente y dispuesto a ayudar.
Un día, el gobernador de la provincia visitó el pueblo, y se interesó por la historia del hombre hecho a sí mismo, que había creado un pequeño imperio de la nada. Le impuso la Medalla al Mérito en el Trabajo, y se organizó un homenaje en su honor en el ayuntamiento.
Al hacerle entrega del premio, el gobernador le pidió que firmara el diploma acrediativo, y el hombre repuso:
-Lo siento, señor. No sé firmar. Soy analfabeto.
El gobernador quedó atónito, a la vez que maravillado. ¿Cómo es posible que un hombre sin estudios, analfabeto, haya sido capaz de crear tanta riqueza para el pueblo?, se preguntó. Le dijo:
- Un hombre tan abnegado como usted merece ciertamente un homenaje. ¿Qué sería usted si hubiese sabido leer y escribir?
- Pues ahora sería portero de puticlub, señor - respondió.
MORALEJA:
Hay personas que saben aprovechar una oportunidad aparentemente adversa (como el despido de nuestro protagonista), darle la vuelta y sacar algo positivo.
La vida es como una partida de cartas; unos reciben cartas mejores, otros reciben cartas peores. Los malos jugadores son aquellos que aun recibiendo cartas buenas no las sabe jugar y las dilapidan; en cambio, los buenos jugadores son aquellos que ganan la partida, incluso con cartas mediocres.
Si la vida de ta limones, haz limonada.
No te quejes de la oscuridad; enciende una vela.