viernes, 17 de junio de 2011

Fábula de la tortuga y la liebre

Érase una vez una tortuga y una liebre que estaban discutiendo acerca de quién era la más rápida.


Decidieron dirimir la disputa en una carrera. Acordaron un recorrido y comenzaron a correr.


La liebre salió disparada y corrió enérgicamente durante algún tiempo. Luego, al ver que estaba muy por delante de la tortuga, decidió sentarse bajo un árbol a descansar antes de continuar la carrera.


Se sentó bajo el árbol y pronto se quedó dormida. La tortuga, perseverante, la alcanzó, y continuó hasta terminar la carrera, convirtiéndose en campeona indiscutible.


La liebre se despertó y se dio cuenta de que había perdido la carrera. La moraleja de esta historia es que la constancia tiene premio.



Esta es la versión de la historia con la que todos hemos crecido.



Pero hace poco llegó a mis manos una versión más interesante de esta historia, que paso a relatar a continuación.


La liebre estaba decepcionada por haber perdido la carrera, así que hizo un análisis de las causas. Se dio cuenta de que había perdido la carrera porque se había confiado demasiado.


Si no hubiera dado algunas cosas por sentado, habría sido imbatible. Así que desafió a la tortuga a otra carrera. Ésta aceptó.


Esta vez la liebre corrió sin parar de principio a fin, y ganó por varios kilómetros.


Moraleja: La rapidez, en combinación con la constancia, es superior a la constancia sola.



Si usted tiene a dos personas en su organización, uno lento, pero metódico y fiable, y el otro rápido y también fiable en su trabajo, el rápido y fiable ascenderá en la organización más rápido que el lento pero metódica.
Es bueno ser lento y constante, pero es mejor ser rápido y fiable.



Pero la historia no termina aquí. En esta ocasión fue la tortuga quien hizo algunas reflexiones, y se dio cuenta de que no hay manera de que pudiera vencer a la liebre en una carrera en de la forma en que se había definido.
Tras pensar un poco, desafió a la liebre a otra carrera, pero modificando ligeramente el recorrido.



La liebre estuvo de acuerdo. Empezaron. De acuerdo con el compromiso hecho a sí misma para ser rápida y constante, la liebre salió y corrió a toda velocidad hasta llegar a un ancho río.
La línea de llegada estaba un par de kilómetros al otro lado del río.
La liebre se sentó allí sin saber qué hacer. Mientras tanto, la tortuga llegó lentamente por el camino, se metió en el río, nadó hasta la otra orilla, continuó caminando y terminó la carrera.


Moraleja: En primer lugar identificar nuestras competencias y luego cambiar el campo de juego para adaptarlo a nuestras habilidades.



En una organización, si usted es un buen orador, asegúrese de crear oportunidades para hacer presentaciones que le permitan lucirse ante su jefe.


Si su fuerte es el análisis, asegúrese de hacer algún tipo de investigación, haga un informe y envíelo a la dirección. Trabajar en sus habilidades no sólo llamará la atención de sus superiores, sino que también le creará oportunidades de crecimiento y desarrollo.





La historia aún no había terminado.


Para ese momento, la liebre y la tortuga se había convertido en muy buenas amigas e hicieron algunas reflexiones en común. Ambas estaban de acuerdo en que la última carrera podría haber sido mucho mejor, por lo que decidieron repetirla de nuevo, pero esta vez trabajando en equipo.



Empezaron, y esta vez la liebre cargó con la tortuga a su espalda hasta la orilla del río. Allí, la tortuga se hizo cargo y cruzó a nado con la liebre sobre su espalda.


En la orilla opuesta, la liebre de nuevo cargó con la tortuga y llegaron juntas a la línea de meta. Ambas sintieron un sentido de satisfacción mucho mayor del que habían sentido antes.



Moraleja: Es bueno ser individualmente brillante y tener fuertes capacidades básicas, pero a menos que uno sea capaz de trabajar en equipo y aprovechar mutuamente las competencias de los demás, siempre obtendrá un rendimiento inferior
, porque siempre habrá situaciones en las que lo haga peor que otros.


El trabajo en equipo consiste principalmente en liderazgo contextual, es decir, dejar que asuma el liderazgo la persona que posea la capacidad relevante para una situación determinada.



Hay más lecciones que aprender de esta historia.


Ni la liebre ni la tortuga abandonaron después de los fracasos.


La liebre decidió trabajar más y poner más esfuerzo después de su primer fracaso.


La tortuga cambió su estrategia porque ya estaba trabajando al máximo de sus posibilidades.



En la vida, cuando nos enfrentamos con el fracaso, a veces es apropiado trabajar más y poner más esfuerzo.


A veces conviene cambiar de estrategia y probar algo diferente.


Y a veces es conveniente hacer las dos cosas.



La liebre y la tortuga también aprendieron otra lección vital. Cuando dejamos de competir contra un rival y en su lugar empezamos a competir contra la situación, obtenemos un resultado mucho mejor.



En resumen, la historia de la liebre y la tortuga nos enseña muchas cosas.


Algunas lecciones importantes son:



• Que rápido y consistente siempre es mejor que lento y constante;


• Trabajar de acuerdo a sus competencias;


• La puesta en común de recursos y el trabajo en equipo siempre superará al trabajo individual;


• Nunca rendirse ante el fracaso;


• Y, finalmente, competir contra la situación, no contra un rival.



En pocas palabras, SER ESTRATÉGICO.


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